miércoles, 11 de marzo de 2009

Testimonio de la ciudad de Terri Couwenhoven, MS.

Todos vivimos algunos de esos momentos. Momentos en los que algo sucede y tratamos de imaginar por qué reaccionamos de una manera determinada. Para cuando se han desvanecido, comprendemos algo sobre nosotros mismos de lo que no nos habíamos dado cuenta hasta entonces. Pasé por uno de esos momentos hace unos meses. Mi hija de 11 años con síndrome de Down me preguntó:
- ¿Para qué es eso del sexo?
Para cualquier otra madre podría no haber sido éste un momento memorable.
Para mí, que soy educadora de la sexualidad, éste fue el momento. En aquellos segundos de silencio que siguieron a su pregunta, mi mente se estuvo moviendo como una pelota de ping-pong en un partido de campeonato. ¿Quién le habría estado hablando a ella sobre el sexo? ¿Habría utilizado su hermana alguna terminología que no le resultara familiar? ¿Habría sido alguna película que se me pasó prohibírsela? ¿Habría estado mirando algunos de mis libros? No, porque estaban muy lejos de su alcance.
No estoy segura del tiempo que pasó hasta preguntarle con voz suavemente inquisidora:
- ¿Dónde oíste esa palabra? - Se encogió de hombros.
"Vale, pensé". Soy educadora de la sexualidad. Puedo afrontarlo. Tengo recursos. Tengo información
- Mami, ¿para qué sirven los calcetines? —preguntó.
Esta vez decía algo diferente. Me di cuenta en ese momento de los calcetines que me había echado sobre mis hombros mientras doblaba la ropa que había lavado. Me sentí aliviada. Como si se tratara de un plazo para presentar un proyecto que esta a punto de vencer, mi tiempo se había ampliado. Pero ciertamente aquel día aprendí algo sobre mí misma. Este asunto de la sexualidad no es nada fácil. Y hablar a otras personas con discapacidades del desarrollo, a otras familias, o a otros profesionales que atienden a gente con discapacidad es diferente a cuando tengo que hablar a mi hija. Hasta ese momento me había sentido bastante bien sobre el progreso que Anna había hecho en su camino para convertirse en una persona sexualmente sana. Pero tenía que seguir avanzando. Quedaba tanto que ella necesitaba saber.
Momentos como éste me hacen recordar por qué disfruto enseñando a los padres y los profesionales sobre sexualidad. Describiré la importancia de la educación temprana sobre la sexualidad y explicará la primera base de temas en los que haya de introducir a su hijo.
Cuanto trato de definir la sexualidad en los programas a padres y profesionales, no me resulta una tarea fácil. Lo que lo hace difícil es que la sexualidad es un término tan amplio que abarca muchas facetas de lo que realmente somos. La sexualidad concierne a lo que creemos y a lo que sentimos sobre el ser hombre o mujer, y sobre los papeles y expectativas que están asociadas a esas creencias y sentimientos. Involucra a nuestras conductas, interacciones y relaciones con las demás personas, sean del mismo o del sexo opuesto. Incluye cómo nos sentimos con nuestro cuerpo y con nosotros mismos. La sexualidad es un proceso de aprendizaje que evoluciona a lo largo de nuestras vidas, y forma parte activa e inseparable de quiénes somos.

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